Apenas una toalla, unas gafas, un bronceador barato y un libro para pasar por culta. Para mirar sobre las páginas ese zoológico playero, esa colección de músculos desnutridos que nos ofrece el horizonte de nuestros balnearios populares. Pero aun así, los Apolos proletas nos deleitan con sus shorcitos y blue jeans cortados. Mostrándonos su cuerada mapuche, su pellejo morocho, casi al alcance de la mano, cuando saltan, juegan y brincan zangoloteando el racimo en nuestras narices. Como si no supieran que la loca está expuesta al infarto cardíaco ante tanta maravilla.
Más bien lo saben, y acentúan esos movimientos de pelvis al chutear la pelota. Se rascan y rascan las bolas sacudiéndose la arena, diciendo: Cómo te gustaría ser ese granito de arena enredado en la pendejada juvenil. Cómo te gustaría ser la gotita de mar que brilla suspendida en ese pelo del pubis. A punto de caer, a punto de resbalar ombligo abajo, vientre abajo, en busca de la anguila que duerme en los pliegues del traje de baño.
A veces sólo basta ofrecer un cigarro, una cerveza para refrescar la brasa solar. Preguntar: ¿Qué andaí haciendo? ¿No tenís donde quedarte? Entonces todo se hace fácil al saber que el péndex anda de vago por el litoral central. Que salió con lo puesto a carretearse la aventura del verano. Y sólo quiere que le paguen el vacilón de sus favores erectos. Así, el verano resplandece para la loca que venía solamente a vitrinear, y de pronto, casi sin quererlo, se encuentra con esta liquidación de temporada, tan barata, tan económica en las miles de acrobacias que le pide al chiquillo para complacer su lujuria, su delirio de sirena caliente que le da huasca al cabro toda la noche.
El verano coliza es para eso, sobre todo en Cartagena, donde se junta la manga de adolescentes vagabundos que buscan en las vacaciones una aventura peluda que contar. Un desvío gay para matar el hambre (dicen ellos). Una semana a cuerpo de rey, corriéndosele al cola cuando se pone cargante (insisten en mentir). Cuando le da por agarrarle las piernas quemadas y tirarle los cuentos (ellos le sacan la mano, dicen). Pero la verdad, es difícil detener la mano lagarta del billete. Esa mano peluda que paga las cuentas, las Coca-Colas en la arena, la de pisco en la noche, y las fichas de flipper y tata-taca en la terraza. Es difícil chantar esa mano hambrienta deslizándose bajo el blue jeans. Sobre todo al alba, cuando hace frío y el pendex está cansado de dormir en la arena mojada, con los pacos que andan como perros deteniendo a los mochileros. Cuando la pieza está calientita y todavía queda media botella de pisco para tomársela en la cama, justo antes que empiece la función. Para hacerse el leso, el curado que no sabe dónde lo mete. Pero el chico sabe y le gusta horadar ésa caverna submarina. Y en el fragor de esa tormenta, rodando entre las sábanas de vuelta y vuelta, ni sabe cómo en el descuido un mástil lo atraviesa de proa a popa, y a pesar del dolor, él se queda quietito gozando esa dureza (eso nunca lo va a contar).
Ya en la mañana, desrajado por angas y por mangas, el chico pide plata para el pasaje de regreso. Dice que está agotado de tanto experimentar. Que quiere volver a Santiago a ver a su familia, a juntarse con sus amigos de la esquina para contarles las peripecias de su filudo verano. También le da las gracias a la loca y le toca la mano cuando agarra la plata. Y la loca, con algo de culpa, lo ve marcharse tristemente desde la ventana, Lo mira caminar arqueado y con dificultad entre las lonas de colores que avivan la playa. Lo observa desaparecer sin mirar atrás, sin ni siquiera volver la cabeza. Como si deseara huir lejos y olvidarse de la noche anterior, cuando la esperma en olas de ese mar sodomita le arrebató de cuajo su secreto.
Cómo me entristece este texto. Bien por Lemebel, la crónica da la certeza de la no ficción y su neobarrosísmo la inasible sensación de lo exagerado. Como estar en una cuerda floja, como la vida, va. (Por cierto, ¿el escritor está enterado de este sitio?)
ResponderBorrarGracias por el comentario, Carlos. La verdad nunca supe si Lemebel está o no al tanto del sitio, es un artista fugaz. Saludos!
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