Noche de toma en la Universidad de Chile (o "me gustan los estudiantes")
Y si a uno lo invitan a sumarse a la toma de la U., la catedral del saber, donde tantos piojos no pudieron entrar por falta de money, y tuvieron que mirar desde la vereda del frente la vida universitaria, la vida joven echada a pata suelta en los jardines académicos. Sobre todo en la Facultad de Humanidades, la inútil casa del pensamiento, dicen los que quieren transformar la educación en un negocio rentable, una productora de técnicos y economistas que sigan las huellas del jaguar. "Gente decente, de pelo corto y sin complicaciones existenciales como necesita este país. No como esa patota de universitarios inclinados a las letras, las ideas o el arte". Los mismos que han provocado este sismo grado ocho en la casa de Bello, la manga revoltosa que dio el espolonazo para que renuncie el rector, el mismo que fue elegido el noventa y se repitió el plato el noventa y cuatro, y si los cabros no hubieran atinado con esta paralización, capaz que perpetúe su mandato el noventa y ocho. Por eso, y para moverle el piso a esta momia y su camarilla conservadora, acepté la invitación. Que si me llaman voy, me dije, a pasar una noche con los chicos del cambio, a leer mis letras sucias y a cantar con ellos las mismas canciones de la rebeldía, con o sin causa, da lo mismo, pura pasión, puro deseo, y eso es lo único que queda cuando las ideologías están al servicio del poder de turno. Total, la razón en estos sistemas es comprable, transable y la tiene quien argumenta mejores razones pragmáticas. Por eso estuve con ellos y con La Batucana animando e1 paro, salpicando con versos y crónicas la noche pendeja que se hizo corta copuchando y tomando sopa. Riendo y coqueteando con los pendex bellos que compartían la seducción del canto a través del guitarreo, los pendejos y pendejas que defendían fieros las rejas de entrada, pidiendo documentos por si se colaba un sapo, tomándose este Resto de independencia tan en serio, que a las cuatro de la mañana renovaban la guardia y los turnos bostezando, muertos de cansados por la vigilia de la resistencia. Con tanto empeño, que se daban tiempo para ponerse melancólicos, con las canciones de Silvio, con los himnos y amores de estudiantes detrás de alguna barricada. "Tú te acuerdas, tú escuchaste de esa histórica marcha para que se fuera Federici". Y entonces, a puro paro, a puro café y alguna garrafa de vino navegado que pasó clandestina por la complicidad de los chicos de guardia, tiritando en la portería. Chicos, que les cuesta ser guardias, y a escondidas se tomaron su copete esa noche para mantener poéticamente los ojos abiertos y las patas calientes con el vino navegado. Y ay que noche, qué síntoma de soñar despiertos la ilusión marina de un abordaje en sus ojos cansados, trasnochados de utopía dulce. Qué noche memorable viví con los chicos de la U., cantando sus slogans de Universidad libre, Universidad para todos, Universidad para el que sufre, total en el pedir no hay engaño. Y si se trata de soñar, qué importa, soñemos lo imposible. El resto, fue esperar que la cordillera recortara su lomo en el clarear de la amanecida, a esa hora, cuando el frío escarcha la mirada de los estudiantes en paro, los bellos estudiantes que le dan una lección de dignidad a este país, en la trinchera de su exaltado desacato.
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